domingo, 4 de marzo de 2012

Buena Vista Social Club




En 1996, el músico estadounidense Ry Cooder viajó a Cuba para grabar un disco exepcional, que ganó varios premios y dio la vuelta al mundo en millones de copias: Buena Vista Social Club. El Gran mérito de Cooder fué que consiguió revivir internacionalmente a un grupo de grandes músicos,  varios de los cuales estaban olvidados en la propia Cuba o se creía que ya no podían tocar por estar enfermos  e incluso que ya habían fallecido, como Ibrahim Ferrer o el pianista Rubén González. El enorme proyecto motivó una segunda visita de Cooder, esta vez acompañado por su amigo Wim Wenders y un pequeño equipo cinematográfico que no sólo registró las sesiones de grabación, si no que también la vida cotidiana y la filosofía de estos hombres, algunos poco menos que centenarios.

Buena Vista Social Club es un filme extraño en la carrera de Wenders, autor muy personal, el cineasta alemán ha marcado con su sello todos sus proyectos anteriores, incluso los de carácter documental, como Tokyo-Ga o Notas Sobre Ropajes y Ciudades, considerados por el propio director como diarios. Aquí, en cambio, la actitud de Wenders es distante, respetuosa, casi se limíta al registro  -un registro emocionado- de lo que sucede ante su cámara de video digital, fundamentalmente música. El director pasa al segundo plano, casi desaparece, y eso es algo que se le debe agradecer; el no interferir entre el espectador y los músicos, el volver casi imperceptible su función de intermediario.

Por que como también sucede en el disco, el show es de los cubanos, y el propio Ry Cooder, a pesar de estar una buena cantidad de tiempo en pantalla, no pasa de ser otra figura secundaria, aunque gracias a ella se haya podido levantar el ambicioso proyecto, no sólo del disco, sino  de las presentaciones en Amsterdam y en el Carnegie Hall de Nueva York. Y es gracias a Cooder que estos artistas pudieron gozar de una segunda vida artística, y han sido descubiertos por una o varias generaciones que nunca habían oído hablar de ellos.

El mismo mértio tiene la película. Parece gratuito tratar de encontrar puntos comunes entre este documental y la obra anterior de Wim Wender, aunque suempre la música -el rock- haya tenido un papel importante. Aquí el director pone su prestigio, su oficio y su buen ojo cinematográfico (que no es poco), al servicio de los músicos y sólo aparece intermitentemente, en el recorrido de los Cooder por las calles de La Habana, en la pintura de la Ciudad semi-derruida cuya belleza no es tan fácil descubrir a simple vista, en la atención que presta a la arquitectura habanera.

Buenavista Social Club es un buen testimonio fílmico de este grupo que reúne a algunas de las mayores figuras de la música cubana de todos los tiempos.
Testimonio a la vez de su entrega, de su modestia, de su vitalidad y de su gran sensibilidad, manifestadas no sólo mediante la música sino también a traves de las entrevistas, terreno en el que también Ibrahim Ferrer y Compay Segundo demuestran sus tablas.

 Cabe mencionar que este documental fue nominado al Oscar en el 2000 y ganó el premio al mejor documental europeo y el premio al mejor documental de la asociación de críticos de Los Ageles en 1999.

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